15.4.09

Una buena forma de empezar el día


Aquella mañana, Adara se levantó con ganas de un poco de actividad, así que, después de darse una ducha revitalizante y con el pelo aún empapado, se vistió con su ropa de cabalgar y cogió uno de los látigos que adornaban su habitación.

Desde el pasillo, Adara oyó cómo Níobe le daba indicaciones a Nyx sobre dónde colocar sus naipes, y supo que, antes o después, Nyx mandaría a Níobe callar. Era una tónica bastante habitual, Níobe no quería jugar, pero jugaba el juego de las otras dos hermanas, y no importaba de qué juego se tratara. No tenía ganas de meterse en una discusión, y además iba fresca y bien dispuesta hacia las mazmorras. Siguió caminando y antes de llegar a la tercera escalera oyó cómo Nyx decía a Níobe "- ¡Te quieres callar de una puta vez, coño!" Sonrió y siguió su descenso.

El castillo tenía todo tipo de artilugios que facilitaban la intercomunicación de las estancias, pero a Adara le gustaba bajar las enormes escaleras hasta las mazmorras. Descender hasta el nivel del suelo era fácil y cómodo, las escalinatas de mármol no sólo estaban diseñadas para proporcionar un perfecto desplazamiento, sino también para atolondrar los sentidos mientras eran subidas o bajadas, se podía llegar al último torreón de las Reinas sin cansarse, tan sólo por la belleza de aquellas escalinatas y la abstracción que ofrecían a sus visitantes. En cambio las escaleras a las mazmorras eran completamente diferentes. Unas rudas escaleras de caracol, en piedra desnuda, que recordaban a dónde conducían. Los esclavos sentían pavor ante la idea de ser recluidos allí, puesto que era un lugar inhóspito del que ni siquiera los gritos lograban escapar. A las tres Reinas les fascinaban las mazmorras.

Se paseó entre las celdas, mirando fríamente a los esclavos encerrados. Reparó en los ojos verdes de la muchacha que había osado coger el peine de plata de Níobe, no para abrillantarlo sino para admirarlo. Adara entendía a la joven, pero cada una hacía con sus esclavos lo que quería. Más adelante uno de los esclavos al servicio de Nyx la miró con lujuria, inmediatamente Adara supo por qué estaba recluido aquel hombre. Siguió avanzando hasta encontrar la celda de su esclavo más díscolo; a pesar de todo, no podía evitar sentir cierta debilidad por él. Pasó la empuñadura del látigo por los barrotes y sonrió desafiante al hombre.

- Alteza -el esclavo agachó la cabeza en una profunda reverencia, y Adara pensó que debería haberle encerrado mucho tiempo atrás, sus modales mejoraban ostensiblemente en la mazmorra.

- Buenos días esclavo. Supongo que sabes a qué he venido. O al menos conoces las posibilidades que existen -no pudo evitar sonreír misteriosamente mientras el esclavo la miraba con intriga, aunque, milagrosamente, aún sin miedo.

- Sí, Alteza, conozco las posibilidades -agachó la cabeza y sacó las manos por la portezuela por donde se le servían los alimentos. Adara cogió unas esposas de la pared y se las puso.

- Ponte esto, nos vamos a la sala de tortura -Adara entregó una capucha negra al esclavo y, cuando éste se la hubo puesto, abrió la celda y le condujo a la sala de torturas.

Durante el tiempo que estuvieran allí, sólo sus hermanas podían entrar y salir de las mazmorras... y en última instancia enterarse de lo que allí aconteciera.

3 comentarios:

^lunatika que entiende^ dijo...

¡Qué stronger..!

Jezabel dijo...

Oh, si eso te parece fuerte, tendrías que escuchar la opinión de los que limpian las mazmorras.

Dos palabras: demasiadas salpicaduras.

Carlos dijo...

Me estan entrando ganas de instalarme enel vecindario... porque lo que es dentro... cojoooonesssssssss quita quitaaaaa anda que no lelvan peligro por aqui :P