20.4.09

La mano de Gael

- En la casa vive un campesino, señora. Encontré la casa siguiendo el rastro de Hierro. Esta vez no se me ha escapado.
Níobe levantó una ceja, contrariada. Eoxis era su mejor espía. Apenas tenía doce años y un rostro completamente angelical, manos de ratero consumado y oído de zorro.
- ¿Un campesino? -Níobe frunció los labios.
- Señora. Un campesino. El hijo del herrero. Su nombre es Azcoy. Parece ser que es el amante de la Reina Nyx. Sin embargo... he hecho preguntas, señora. Contraerá matrimonio en cuatro semanas, con la hija del leñador.
- Amantes -la mujer casi escupió la palabra-. ¿Cómo lo sabes?
- La ví en la casa. Miré por la ventana.
Níobe se permitió un levísimo gesto de burla, esa sonrisa apenas esbozada que era su sello de fábrica.
- Ah, ¿sí? ¿Y qué viste?
Eoxis, el espía, el niño-hombre que tenía las manos bañadas en más sangre que muchos soldados, enrojeció.
- Ehm. Dama Nyx en cueros, señora. El hombre la cogió en brazos y la metió al dormitorio -se relamió los labios, nervioso-. Seguro que la montó como Hierro monta a sus yeguas.
Níobe frunció la nariz, molesta. En última instancia, Nyx era su hermana. Ningún hombre montaba a una mujer de su sangre. En todo caso, ese asqueroso campesino había sido honrado con la posibilidad de proporcionarle placer.
- Controla tu lenguaje, chico. No necesitas la lengua para espiar.
- Perdón, señora.
- Retírate. Y no hables a nadie de lo que has visto.
- Nunca, mi señora.
La figura embozada hizo una profunda reverencia, y se deslizó fuera de la sala tan silenciosamente como había llegado.
- ¡Florea! -llamó, chasqueando los dedos.
De entre las sombras de la habitación apareció una muchacha de rasgos inexpresivos, vestida con sencillez. Era la doncella favorita de Níobe por dos razones: era muda y no sabía escribir.
- Ve a buscar a Gael. De inmediato.
La joven asintió dócilmente, y con pasos levísimos, abandonó la habitación.
Níobe frunció el entrecejo, pensativa.
Un campesino.
Un campesino paupérrimo, inculto y tremendamente prescindible.
Eso hacía las cosas mucho más fáciles, en cualquier caso.



Gael, el capitán de la guardia, entró en la sala precedido por el sonido metálico de su armadura. Se arrodilló ante Níobe con un gesto de fervor infinito, inclinó la cabeza y cruzó el brazo derecho sobre el pecho.
Durante un instante, Níobe imaginó a Gael desnudo. Como aquella mañana.
Esbozó una sonrisa, apenas un atisbo de burla. Rápidamente, retornó su semblante a su frialdad habitual.
- Necesito a un hombre sucio para un trabajo sucio -suspiró-. ¿Tienes a quien necesito?
- Cualquier cosa que mi dama desee, la conseguiré para ella.
Gael tenía una hermosa voz de barítono que resultaba impropia, casi ofensiva, en un soldado. Pero la guardia personal de Níobe eran algo más que meros guerreros, debían dominar otras habilidades además de la espada. Debido a ello, solían tener características que resultarían peculiares en un mero soldado raso. Der, el segundo de Gael, tañía el laúd como un ángel. Más de una vez y más de dos se había infiltrado como trovador en alguna corte, siguiendo órdenes de su señora.
- Es un asunto personal. Sería terriblemente molesto para mí que algo de eso trascendiera.
Él asintió.
Níobe miró por la ventana. Llovía.
- Hay un chico. Un joven herrero... con una joven prometida. Él se llama Azcoy. Asegúrate de que se convierte en viudo antes que en marido.
Gael asintió de nuevo.
- Puedes retirarte.
El soldado se puso en pie y saludó, cruzando otra vez el brazo sobre el pecho. Marcialmente hizo ademán de marcharse, pero se detuvo. Hizo acopio de valor y respiró hondo.
- Mi... ¿mi dama deseará esta noche mis servicios?
Esta vez, Níobe no quiso contener la sonrisa.
- Me lees el pensamiento, Gael.

4 comentarios:

Radagast dijo...

¿Por qué será que reconozco a la malvada Jezabel en Níobe?
Tu estilo maquinando es característico, nena.

Jezabel dijo...

Querido súbdito, yo no maquino. Sencillamente los acontecimientos terminan de modo extraño siguiendo un cauce por mí marcado.

Barbijaputa dijo...

Hermana, no acostumbras a ser tan amable con alguien que osa compararte con cualquier otra...

Jezabel dijo...

Pero sí suelo serlo con quienes pronto sufrirán mi justa ira.