30.4.09

Fuego

Nyx se alejó a caballo del castillo, por primera vez no temía que la vieran dirigirse hacia la casa de Azcoy. El temor que ahora la abrumaba, era su reacción ante lo que tenía que decirle. Cierto es, que podría haber seguido el consejo de Níobe sobre qué hacer con respecto a Murah.

"Le diré a Gael que deje su cuerpo en mitad del bosque de Hyek, allí la encontrará algún campesino y todos pensarán que la mató un vándalo" le había dicho con su sonrisa maliciosa. No era mala idea... Pero Nyx no tenía ninguna intención de mentir, tenía pensado algo mejor. Diría la verdad.

Desde que había descubierto hasta dónde llegaban sus sentimientos por Azcoy, estaba huraña y crispada. Se odiaba a sí misma por haber caído en algo tan mundano y descontrolado como aquello. Propio de personas débiles, dependientes. No estaba enfadada por haberse enamorado de un herrero, sino por el simple hecho de haberse enamorado, y para colmo, sin percatarse. Y ahora sentía estar atrapada en una tela de araña que la tenía sujeta por cada poro de su piel. Para la gente esa sensación era placentera, para ella era un lastre, un obstáculo en sus planes, una maraña que no la dejaba ver el horizonte con claridad. Pero tenía en su mano la oportunidad de acabar con aquello. Y lo iba a hacer.

Mientras clavaba los talones de sus botas en el lomo de Hierro para que el animal galopara a más velocidad, pensaba en lo que iba a suceder a continuación. Lo tenía todo calculado. Al no estar segura de poder cumplir con su intención de no acercarse a él jamás, iba a contarle todo lo sucedido con Murah. Ésa era la manera perfecta de acabar con toda esa historia; él la odiaría hasta los tuétanos, él le prohibiría la entrada a su casa, él... incluso sería capaz de irse de Avernarium con tal de no volver a verla. Y ella acabaría olvidándole, sin más. Tarde o temprano, lo olvidaría, y su vida volvería a ser la de siempre.



Tiró de las riendas del caballo para frenarlo una vez hubo llegado al pequeño claro del bosque, donde estaba situada la pequeña casa de piedra, a unos cinco minutos a pie de Hyek, el pueblo donde estaba su herrería. Bajó del animal y lo ató rápido al poste de la entrada, las manos le temblaban.

Llamó a Azcoy, golpeó la puerta, pero nadie contestó. Maldijo en voz baja. No estaba dispuesta a volver al castillo dejando ese asunto sin zanjar. Al montar de nuevo en Hierro, notó que ahora las piernas le temblaban también, toda ella era un pequeño manojo de nervios.

Iría a la herrería, aún ni siquiera era mediodía, seguro que estaría allí . No sería vista por mucha gente, al fin y al cabo, casi todos estaban en las granjas en esas fechas.

Su propia presencia y el qué dirían al verla fue lo último en lo que pensó cuando vio la gran herrería ardiendo. El humo negro comenzaba a salir por cada ventana abierta. Bajó del caballo, que relinchaba ante el pavor de la proximidad de las llamas, y sin atarlo a ningún sitio se acercó corriendo al porche, donde había sólo dos hombres con mantas intentando extinguir las llamas que aún no habían devorado la estructura de la herrería. Gritaban y pedían ayuda, ni siquiera repararon en quién era aquella chica de piel tan pálida. La expresión de Nyx hablaba por sí sola, sus ojos rasgados dejaban ver la impotencia que la embargaba. Los hombres gritaron que había alguien dentro, tosían y pedían ayuda mirando hacia todos sitios. Ella, instintivamente supo que ese alguien atrapado dentro, debía ser Azcoy.

Corrió hacia la puerta de madera y dio una patada con todas sus fuerzas, sin embargo no se movió. Ella no desistió y siguió pateando la puerta hasta que ésta comenzó a crujir. Empezó a gritar el nombre del herrero mientras seguía dándole patadas al pomo, jadeando por el esfuerzo, las lágrimas recorrían sus mejillas pero ella no se daba ni cuenta. La puerta finalmente cedió y se abrió de par en par, dejando salir una humareda negra de su interior. Nyx se quitó la capa, bajo la mirada atónita de los hombres que intentaban sofocar el fuego con mantas, que ya sumaban media docena. Hizo un ovillo con su capa y se la puso sobre nariz y boca al tiempo que entraba en la herrería.

Se tiró al suelo, donde el humo no era tan denso y se veía mejor, aun así los ojos no dejaron de escocerle y llorarle ni un instante, y se restregó la capa para aliviar la picazón. Las llamas devoraban mesas y muebles, y hasta las vigas del techo comenzaban a crujir. Se deslizó deprisa sin preguntarse cómo lo haría luego para salir, sólo pensando en encontrar a Azcoy. Cuando discernió la silueta del hombre tirado en el suelo, dejó escapar un grito. Reptó hasta llegar a él y sacudió su cuerpo enérgicamente, sin éxito. Sintió una oleada de terror ante la posibilidad de estar ante el cadáver del hombre que amaba. El picor en la garganta la sacó del pánico para hacerla toser con tanta fuerza que estuvo segura de que sangraría. Miró a su alrededor con los ojos desorbitados, ansiosa, y vio una luz blanca a través del denso humo y de las luces anaranjadas que danzaban en las paredes, sin duda esa luz procedía de la calle, ¡era una ventana! Protegió la cara de Azcoy con su capa para filtrar todo lo posible el aire que estuviera respirando - si es que aún respiraba - y fue hasta el foco de luz a apenas dos pasos de allí. No esperó a buscar algo con qué partir el cristal, lo hizo con sus codos, rasgando el vestido y cortándose la piel. El humo empezó a escapar también por esa ventana pero le dio tiempo a coger una bocanada de aire limpio. Llenó sus pulmones cansados y vio figuras al otro lado de la ventana, le llegaron voces y gritos de los vecinos desde fuera, que se aproximaban. Se giró hacia Azcoy y comprobó con horror que un extremo de la capa había empezado a arder, tiró de ella y la apartó del cuerpo inerte del herrero. Hacía tanta calor que pensó que no podría soportarlo un segundo más. Dudó sobre las posibilidades de que Azcoy siguiera con vida, pero ciertamente, a ras de suelo el humo no era tan asfixiante. Mantuvo viva la esperanza y templados los nervios y tiró de los pies de Azcoy hasta que lo tuvo junto a la ventana rota. No fue hasta que cogió al hombre bajo los brazos para incorporarlo, que se dio cuenta de la imposibilidad de levantarlo y mucho menos de sacarlo a través de aquella ventana. Gritó mientras intentaba mover el cuerpo de Azcoy, hasta que las fuerzas le fallaron y cayó al suelo, junto a él. Comenzó a llorar de rabia y a golpearlo con fuerza. Le gritó y lo maldijo mientras las lágrimas le emborronaban de nuevo las visión.

- ¡Voy a morir aquí contigo, maldito! - gritó mientras no dejaba de llorar - ¡maldito seas Azcoy!

Las imágenes del cuello de Murah bajo su daga volvieron a su retina y las lágrimas siguieron deslizándose por sus sienes. La joven Reina estaba exhausta, tendida junto a él; alargó un brazo y tocó su pecho. Notó unos débiles latidos y pensó en la ironía que sería que ella fuera a morir incluso antes que él. Pensó en el sonido del fuego, en el crujir de la madera, en el calor sofocante. Pensó en el olor a quemado, en la muerte, en él. Pensó en el cuello bajo la daga. Las ideas le iban y le venían, la garganta le picaba pero ya no tosía. Vio formas a su alrededor, sombras, murmullos, cuerpos. Notó manos que la agarraban, brazos que la suspendían en el aire, voces que le gritaban... ella no se movía, se sentía en paz, relajada, en calma. No quería obedecer esas órdenes, no quería que la molestaran ahora, quería dormir, dormir siempre... y de repente... el aire frío entró en sus pulmones, y el viento azotó su cara.

- Maldición... - murmuró antes de desmayarse.

5 comentarios:

^lunatika que entiende^ dijo...

Jo... Me tenéis enganchada... Llevo una hora leyendo... Menos mal que hoy estoy sola en la oficina con una de las jefas que está en su despacho..

Y ahora, me voy a desayunar que me quedan 8 horitas por delante ... ^^

pd: sois geniales :D

Barbijaputa dijo...

Querida Lunatika que entiende:

Esta misiva es para hacerte saber lo feliz que nos has hecho tu escrito. En el castillo estamos todos muy contentos de tener UN lector. Vamos a preparar una fiesta en tu honor.

PS: ¿Qué significa vuestro apellido, joven? ¿qué es lo "que entiendes"?

Recibe mis mejores deseos.
Nyx I de Avernarium.

Jezabel dijo...

Nyx, querida. Nuestra joven súbdita podría preguntarte a tí qué significa De Avernarium, ¿y qué le responderías? "Que entiende", claramente, es el apellido de su familia. Creo recordar que solían tener una casita de campo hacia el norte.

Níobe IV de Avernarium

Cattz dijo...

Tal y como me pidió mi señora Nyx, dejo constancia de mi paso por vuestro reyno. Prometo guardar lealtad y silencio a vuestras majestades.

Garoa de Seregon

Barbijaputa dijo...

Estimada Garoa;

Sin duda vuestro nombre pertenece a una estirpe de alta alcurnia. En el castillo estaríamos muy felices de recibirla unos días y enseñarle los encantos de Avernarium, que no son pocos.

Reciba mis mejores deseos.

Nyx I