20.4.09

Dulce tortura

Adara se levantó temprano y ordenó un desayuno especial para el esclavo de la celda ciento trece. Encargó a Lys que se enterara de dónde estaba su hermana Nyx y echó a las sirvientas de la habitación. Mientras se daba un baño distraídamente, pensó que no podía permitir que ese hombre, ese esclavo, se saliera con la suya.

El día anterior había sido raro. Llevar a un hombre a la sala de tortura, vestida para salir a montar a caballo, y no lograr sacarle una palabra era una de las cosas más inusuales que existían. Empezaba a entender que ese esclavo estuviera tan bien valorado, pero no existía nada para la Reina que no pudiera atajarse con una buena pócima.

Se puso un vestido de seda granate y un corpiño con los cordones delante. Adara, al igual que Nyx, odiaba depender de sus criadas para vestirse, de modo que los sastres reales cosían para ellas algunos de sus vestidos de forma que no necesitaran de ningún sirviente para vestirse completamente.

- Lys! -gritó, llamando a su doncella.

- Alteza, estoy aquí. ¿Me necesita? -respondió, presta, la muchacha.

- Sí, Lys, baja a la cocina y pregunta si ya han servido el desayuno y si el esclavo de la ciento trece se lo ha tomado entero, luego vete a la lavandería y diles que coloquen ropa de cama limpia sin distintivos en el dormitorio de invitados de las mazmorras y que lo decoren con velas. Cuando acabes ven a contarme qué te han dicho. Por cierto, ¿has encontrado a Nyx?

- No, Alteza, no la he podido encontrar. Cuando he bajado a ordenar los desayunos me han dicho que había estado allí, con su ropa vieja, supongo que ha ido a dar un paseo con Hierro.

- Gracias. Voy a preguntar a Níobe, tan pronto como termines con mi encargo sube a buscarme. -Adara dio media vuelta y se encaminó en busca de su hermana sin esperar a que Lys dijera nada.

- Sí, Alteza, ahora mismo voy. -Adara oyo cómo la chica echaba a correr escaleras abajo. Era su doncella por algo, eso estaba claro.

Encontró a Níobe jugueteando, pensativa, con una de las muchas figuritas de bronce que poblaban la maqueta de Avernium.

- Níobe, ¿sabes dónde se ha metido Nyx? La han visto en las cocinas desayunando, vestida con esos harapos que tanto le gustan, pero no se sabe nada más de ella.

- ¿Montando a caballo? ¿Montando a un campesino? -Níobe parecía sorprendentemente molesta-. Quién sabe -hizo una pausa,y luego habló en un susurro-. Yo, claro. Al menos, dentro de poco.

- Níobe, ¿estás bien? pareces un poco contrariada... -Adara no lograba comprender el mal humor de su hermana.

Níobe sonrío pérfidamente - Por ahora. Pero no te preocupes. Todo irá bien.

- Querida, cuando pones esa sonrisa mientras juegas con muñecos de bronce me asustas. -En ese momento, como llamada por la oportunidad, apareció Lys.

- Alteza Adara, está todo según lo previsto.

- Tráeme el látigo que tiene filigranas de marfil en la empuñadura. Te espero en la entrada de las mazmorras, así que corre. -Lys no se hizo de rogar y salió corriendo a los aposentos de Adara. -Níobe, querida, mantenme informada, por favor. -Y Adara se dirigió a la escalinata de mármol.

- ¿No prefieres que sea una sorpresa?

- No, Níobe, no me gustan las sorpresas. Y menos cuando atañen a mis hermanas. Si hay algún peligro quiero saberlo. Hasta luego -dijo Adara mientras comenzaba a bajar. Se despidió con un gesto de su hermana y fue al encuentro de Lys.

Se encontró con la joven en la puerta de las mazmorras. Abrió e hizo pasar a la doncella delante.

- Lys voy a necesitarte. Voy a necesitar que me hagas guardia, y si las cosas se tuercen quiero que llames a un guardia que pueda reducir sin riesgo al esclavo. Vete a la habitación que has ordenado preparar y escóndete cerca de la puerta. Y sobre todo, y más importante, no quiero que digas una palabra de lo que pasa entre esas paredes. Porque si no ya sabes lo que te pasará, y valoro tu conversación. Voy a por el esclavo.

La doncella se encaminó al lugar indicado por la Reina, mientras que ésta se fue a la celda ciento trece a buscar al hombre que no iba a salirse con la suya. Escondió el látigo debajo del corpiño.

- Hola amor. ¿Qué te pasa? No tienes buen aspecto. -El esclavo se frotó los ojos.

- ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? ¿Por qué hay rejas aquí? Vrila ¿por qué me tienes encerrado?

- No estás encerrado, amor, creo que has tenido un mal sueño. Acompáñame, vamos a descansar en mis aposentos. Tengo ganas de ti.

- Vrila, esto es muy raro. ¿Qué está pasando? -El esclavo parecía realmente desorientado, pero Adara sabía que era el efecto de la poción. En cuanto llegaran al dormitorio se tranquilizaría.

- Sígueme y deja de hacer preguntas, te he dicho que no pasa nada. ¿Es que ya no confías en tu Reina?

El tono asertivo de la Reina pareció calmar a Hugo. Ambos se dirigieron al dormitorio que Adara había ordenado preparar, que en realidad era una estancia de las mazmorras que se podía destinar a cualquier uso y en menos de una hora estaba preparada. Cuando entraron, Adara no supo dónde podía estar escondida Lys, y tampoco sentía ningún deseo de saberlo. Aquello no era como hacer el amor de verdad, simplemente iba a conseguir la información que buscaba.

- Hugo, ¿me has echado de menos?

- Sí, mi Reina. Te he echado de menos todo el tiempo que he pasado separado de ti. ¿De verdad tengo que disimular? Todo el reino sabe que soy tu amante. Incluso tu marido sabe que soy tu amante. -Hugo no albergaba ninguna duda de que la mujer que le hablaba era su amada Vrila.

- Hugo, Hugo, Hugo. Sabes que tenemos que guardar las apariencias. Estás confundido, el Rey no sólo no conoce tu existencia, sino que no sabe que usamos esas hierbas para que muera sin descendencia.

- Vrila no digas esas cosas en alto, las paredes de los castillos tienen ojos y orejas. -Hugo se acercó a Adara y tomó su cara entre sus manos -eres tan bella que podría pasar toda mi vida mirándote -la besó suavemente mientras Adara tiraba su látigo, junto con el corpiño, al suelo de la estancia.

- Bésame, bésame más, Hugo. Te echo tanto de menos en mi cama cuando el Rey está en el castillo... moriría de locura si no estuvieras aquí. -Adara memorizaba cada palabra de Hugo. Las cosas iban sobre ruedas, pero no estaba muy segura de que memorizar las artes amatorias del hombre fuera a ser tan sencillo. La presencia de Lys ayudaba a la Reina a mostrarse relajada, porque sabía que nada podía ir mal con alguien vigilando.

- Mi Reina, Vrila, amor mío -Hugo, que cada vez respiraba más deprisa, quitó el vestido con suavidad a Adara, la admiró y comenzó a besar cada centímetro de su esbelto cuerpo. Adara notaba que, bajo los andrajosos pantalones, Hugo escondía una nada discreta erección. Le quitó la casaca y acarició su pecho desnudo mientras él seguía besándola. No había imaginado que los labios del hombre fueran tan deliciosos. Le quitó los pantalones y quedó gratamente sorprendida con lo que sus ojos admiraron: aquello terminaba de explicar por qué Vrila había tomado a Hugo como amante a pesar de estar casada con uno de los Reyes más apuestos de todo Putomundo.

Hugo cogió a Adara en brazos y la posó suavemente sobre el colchón de plumas. La Reina empezó a suspirar profundamente, estaba disfrutando a pesar de saber que Lys miraba cada detalle. Deseaba tomar las riendas y gozar de Hugo, pero necesitaba memorizar cada movimiento y sólo tenía una oportunidad, puesto que sabía que, junto con el clímax del hombre, llegaría el fin del efecto de la poción, dejándole inconsciente, así que se dejó hacer. Sucedió algo que Adara creía de cuentos de hadas, Hugo la llevó al éxtasis tres veces antes de dejarse ir. Estaba claro por qué era el amante de Vrila, estaba absolutamente claro.

Adara se vistió y llamó quedamente a Lys.

- Alteza, ¿qué desea de esta pobre doncella? -La joven estaba sonrojada y respiraba entrecortadamente, el espectáculo parecía haberle afectado.

- No olvides ni un detalle de lo que has visto, necesitaré tu ayuda. Voy a darme un baño, llama a los mozos, que aseen y devuelvan a la celda a este hombre, y que recojan la habitación. Nadie debe saber qué ha pasado aquí, si es necesario diles que te he entregado como desahogo al esclavo.

- Sí, mi Reina. Como vos ordenéis. -Lys era una doncella realmente agradable y eficiente, y Adara la apreciaba como sirvienta, pero empezaba a cogerle cariño también como compañía.

La Reina subió a sus aposentos y ordenó a sus sirvientas que le prepararan un baño. Buscó una libreta, una pluma y un tintero y lo dejó junto a la bañera, se metió dentro y ordenó que la llevaran una mesita auxiliar, cuando tuvo los artículos de escritorio ordenados sobre la mesita echó a sus sirvientas. Necesitaba estar sola y relajada para reproducir en papiro lo que acababa de acontecer si quería que aquello sirviera para algo más que para aplacar su libido.

1 comentario:

Radagast dijo...

Mírala, si resultará que hasta tiene un puntito de ternura...