21.4.09

Tormenta

Nyx entró a galope en el camino de gravilla de los jardines de castillo. Tiró suavemente de las riendas de Hierro y el fibroso semental color canela comenzó el trote hasta llegar al establo. Llovía suavemente y echó de menos su capa.

Mientras la joven entraba en el inmenso vestíbulo, pensaba en Azcoy. En sus ojos llorosos, en el forcejeo previo a su salida de la casa. Subió lentamente las escaleras de mármol que daban al ala donde se encontraban sus habitaciones, algo extraño en ella, que siempre iba corriendo de un sitio a otro. Sus botas iban dejando huellas en el suelo y su largo pelo castaño dejaba caer pequeñas gotas al suelo en cada paso.

Cruzó distraída las enormes puertas de roble macizo que daban a su dormitorio y dio un respingo al encontrar a su hermana cómodamente sentada en el diván próximo al ventanal. Tras ella, la lluvia se intensificó.

Níobe esbozó su característica sonrisa perversa y con tono falsamente inocente preguntó:

- ¿Has tenido una buena cabalgada, hermana?

Nyx desvió la mirada, confusa y presintiendo la que se avecinaba. Fue directa a su vestidor. Cogió una suave toalla y comenzó a secarse los brazos desnudos y la cara. Volvió a la estancia y mirando a su hermana se encogió de hombros.

- La cabalgada...- dijo, intentando adivinar lo que Níobe pensaba - ha ido como siempre, hermana.

- ¿Sí? Pues te noto menos cansada que de costumbre... ¿Y qué tal está el caballo?

- ¿A qué vienen estas preguntas? - dijo Nyx, empezando a notar el frío del vestido mojado sobre su cuerpo.

Níobe se levantó y se acercó a Nyx, sin perder la sonrisa perversa.

- Hace frío -susurró tan cerca de ella que podía sentir su aliento-. Deberías quitarte esa ropa mojada. El caballo estaría de acuerdo conmigo.

Nyx sonrió incómoda. Y negó con la cabeza.

- Estoy bien así - y se comenzó a secar el pelo con la toalla, desviando una vez más la mirada.

- Claro, claro... entiendo que estés tan cansada... la cabalgada y el viaje y... -con un rápido movimiento, Níobe le subió la falda del vestido a su hermana-. ¡Ahá! -dijo, señalando acusadoramente la entrepierna desnuda de su hermana.

Nyx se ruborizó y se apartó de Níobe bruscamente.

- ¿Qué sabes, maldita arpía? - exclamó Nyx, señalando con el dedo a su hermana.

Níobe torció el gesto.

-¿Has ido a verle sin enaguas, como siempre, o se las has dejado a esa asquerosa campesina como regalo de bodas?

- ¡Jodida loca!- gritó Nyx - ¡has estado espiándome! Ni se te ocurra meter las narices en esto, ¿me oyes? ¡Jamás! - Nyx estaba fuera de sí, ni siquiera sentía vergüenza en ese instante, sólo furia. Se quitó en un instante el vestido y lo lanzó contra la pared.

Níobe ni se inmutó. Conocía bien a su hermana, y esperaba que reaccionase así.

- Oh, por favor. Espiarte. Qué palabra tan fea. No he hecho más que ver lo que cualquiera en esa aldeúcha ha visto ya.

Nyx se quedó quieta, completamente desnuda frente a su hermana, que la miraba sin atisbo de sentimiento de ningún tipo en su rostro. Eso la puso aún más frenética y gritó más alto:

- Sé que estás tramando algo, ¡lo sé! - se acercó más a Níobe y acercando su cara a la de su hermana, añadió- deja en paz a Azcoy. Sólo es una diversión mía. ¡Olvídale!

Níobe mantuvo la mirada de Nyx unos instantes, sin inmutarse. La fría Reina de Hielo, solían llamarla. Luego sonrió.

- Tienes mi palabra. No pienso tocar a ese pobre herrero. Aunque para ser una diversión te lo tomas muy...-miró su desnudez y rió- a pecho... No puedes permitirte esa distracción -la burla había desaparecido repentinamente de su voz. Sólo una cosa podía hacerla perder los nervios, y Nyx estaba poniéndola en peligro-. No ahora. La vida de un campesino no tiene importancia en nuestros planes. ¡Tenemos algo infinitamente más grandioso entre manos!

Nyx resopló, como solía hacerlo Hierro, cuando oyó a su hermana.

- Azcoy no pone nuestros planes en peligro -dijo Nyx mientras se metía en un vestido igual de ajado que el anterior.

- Te desconcentra. ¿No te das cuenta de que un paso en falso puede hacernos caer? ¡No podemos estar pendientes de tus caprichos! ¡La conquista del Putomundo es inminente! ¡Elimina a la prometida del herrero, si tan importante es para ti ese hombre, y vuelve a centrarte en lo importante! ¡Maldita sea -repentinamente rabiosa, lanzó un jarrón contra la pared, y la porcelana estalló en mil pedazos- ¡Puedes tener a tus pies todo el maldito Putomundo, y te dedicas a obsesionarte por un piojoso que no tiene ni dónde caerse muerto!

- ¿Eliminar a quién? - los ojos de Nyx se abrieron desmesuradamente y dio dos palmadas - Juls! - gritó a su sirvienta - ¡Juls! ¡Recoge este desastre! Y trae otro jarrón! - Se puso nerviosa al oír la sugerencia de Níobe, no quería acabar con Murah, pero no podía confesarle a su hermana la verdad, no podía decirle que no quería provocar una pena tan insoportable en él, arrebatándole a la mujer con la que iba a casarse.

- ¿Cómo que eliminar a quién? - Níobe la miró como si acabara de preguntarle una obviedad- A la prometida, ¿a quién si no? ¿Cómo se llama esa zarrapastrosa? ¿Merla?

- Mira lo que has hecho con mi jarrón - dijo Nyx agachándose al suelo y cogiendo los pedazos, intentando desviar la atención de su hermana y hasta la suya propia. - Y era un regalo del Príncipe de... del Rey de... era muy... - Nyx era incapaz de formar una frase coherente, sentía que el asunto estaba fuera de su control y en las extrañas ocasiones en que eso pasaba, se aturullaba - Juls! ¿Dónde se ha metido la estúpida de mi sirvienta?

- ¿Pero qué demonios te pasa? - la sujetó por los hombros y la zarandeó- ¡No es más que un estúpido jarrón! ¿Se puede saber de qué te ha llenado ese herrero la cabeza? - la señaló con un dedo, acusadora- Tú no quieres matar a la campesina, ¿no es así?

Nyx se volvió a su hermana, que la miraba furiosa.

- No quiero hacerlo. - dijo desafiante.

- ¡Oh, vamos! -Níobe suspiró, molesta, harta de explicar obviedades- ¡No he dicho que tengas que ir tú a su agujero! ¡Por supuesto que no pretendo mancharte de barro e inmundicia! Ya he conseguido a alguien rápido y eficaz. No verás la sangre, sólo recogerás el premio -susurró dulcemente.

Nyx se quedó paralizada. Su hermana la miraba ahora divertida.

- Deja a Murah en paz.- consiguió decir Nyx.

Níobe enarcó una ceja, sorprendida.

- ¿Me ha parecido escuchar la mayor estupidez de la semana?

Nyx sabía que debía pensar con rapidez pero con calma. No estaba siguiendo la táctica adecuada, intentar desviar la atención de su hermana había sido infantil, ya no valían esas estupideces, ya no eran una niñas. Supo que por el momento, la única opción, era darle la razón a Níobe, y pensar sin ella en la estancia cómo solucionar el entuerto. Sus músculos se relajaron y su cara adoptó una expresión dubitativa. Miró a Níobe y fingió una leve vacilación en su voz:

- Oh, no sé hermana... - meneó la cabeza- quizás llevas razón.- miró por la ventana, sin ver. De repente, como si tuviera un momento de lucidez, dijo: Que la traigan al castillo, quiero encargarme de ella personalmente.

- Eso ya me gusta más - sonrió pérfidamente y acarició con ternura el rostro de su hermana-. A veces eres demasiado tierna, cielo. Ordenaré que te suban algo caliente para comer. Vas a terminar enfermando, querida -no quedaba en su voz ni el más mínimo rastro de ira, sólo una suave y delicada amabilidad.

Canturreando para sí, Níobe abandonó la sala.

Nyx la observó, no estaba segura de haber engañado por completo a su hermana.

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