6.6.09

La verdad

Tras el revuelo causado en Hyek por la aparición del cadáver de la joven hija de la familia Luun, de nombre Murah, Nyx decidió que era hora de visitar a Azcoy.

Llevaba bien aprendido lo que diría y se dijo que ese mismo día quedaría zanjada su relación con el joven herrero. Era un plan ideado al ritmo que habían ido aconteciendo los hechos, pero le parecía perfecto, sin negarse a sí misma ni un instante que era cruel y despiadado, más propio de su hermana Níobe que de ella. Sin embargo, el plan era en realidad, contar toda la verdad.

Ensilló a Hierro y montó sobre él. Mientras galopaba entre los árboles del bien conocido bosque hacia la pequeña casa de su amante, repasaba mentalmente la conversación que mantendría con él. Los nervios le atenazaban el estómago como unas enormes garras de hierro, el miedo iba apoderándose de su mente conforme se acercaba a la casa de piedra e intentó pensar en Adara y en su viaje para relajarse. No lo consiguió. La terrible noticia que había recibido Azcoy sobre su prometida, no iba sino a empeorar con aquel encuentro, cuando le dijera que ella misma había acabado con su vida.

Tembló al vislumbrar al herrero sentado en los escalones de piedra de su puerta y aminoró la marcha. Él al verla se puso en pie, con el rostro contraído y la cara que solía ser morena, del color del pergamino.

- Nyx - murmuró al tener a la joven delante, una vez ésta se apeó del caballo. - no sabes lo que...

- Lo sé - le cortó tajantemente la muchacha.

Él la abrazó con fiereza y comenzó a sollozar. Nyx no se movió.

- No quiero llorar por otra en tus brazos, Nyx... - dijo apartándose de repente - lo siento, pero entiende que es un golpe terrible, incluso si no fuera mi prometida... la mataron en el bosque y a ¡saber qué más cosas le hicieron! - los ojos del herrero estaban húmedos y la miraban suplicantes.

- No te preocupes por eso - dijo Nyx bajando la vista, incapaz de mantener la mirada de Azcoy. - Fue rápido y no sufrió.

Notaba las pupilas del joven clavadas en ella, pero éste no pronunció ni una palabra, Nyx continuó ante el silencio de él, levantado la mirada, intentando coger fuerzas.

- Níobe la capturó... supo lo nuestro y pensó que así me estaba ayudando - la voz comenzó a temblarle - no quise hacerle daño, Azcoy, sabes que si así fuera, lo habría hecho hace muchas lunas... pero mi hermana supo qué decir y cómo, para que dejar a Murah con vida hubiera supuesto un riesgo para asuntos secretos de la corona. - Azcoy escuchaba con la boca abierta, había dejado de llorar y comenzó a dar pasos hacia atrás hasta que se topó con los escalones de piedra donde había estado sentado. Nyx comenzó a temblar, el aplomo se esfumó y no pudo sostener su propio peso, cayendo de rodillas. Apoyó las manos en la tierra y comenzó a llorar, su plan perfecto la estaba destrozando por dentro, no volvería a ver a Azcoy, la manera en que él la estaba mirando era nueva, completamente horrorizado e incrédulo.

El silencio reinante sólo se quebraba por los sollozos de la Reina, sus lágrimas caían sobre la tierra, era incapaz de levantarse, sólo podía temblar. Nunca en su vida, había sentido esa sensación de desconsuelo, la angustia la dominaba, incluso en su mente se cruzó la pacífica idea de morir en ese instante. Quiso morir.

Azcoy se sentó de nuevo en los escalones, su mirada vidriosa se fijó en un punto en el infinito, cruzó las manos y apoyó su cabeza sobre ellas. Enfrente tenía a la mujer que más había querido, que más había jugado con sus sentimientos, por la única que había llorado y por la que siempre daría la vida. La orgullosa muchacha estaba tirada en el suelo, llorando como una niña, como jamás imaginó que una persona, y menos aún ella, pudiera llorar. Sin embago su cuerpo era incapaz de avanzar hasta ella, de abrazarla, de consolarla. En su cabeza, la extraña imagen de aquella joven acabando con la vida de su pobre prometida se le antojó una broma pesada. Sin embargo, había paz en su interior, no era sino la extraña calma y resignación de quien por fin conoce la verdad sobre una misteriosa muerte de un ser querido. La certeza de que nadie abusó de Murah, de que no existía ningún vándalo a quien buscar y matar para vengar a la joven. No había un oscuro secreto tras aquella muerte, la incertidumbre había desaparecido, dejando paso a una sensación de desprecio e incredulidad en la boca del estómago. Y no hacia Nyx. Nunca podría... todo su odio se concentró en la figura de la Reina Níobe.

De repente sintió ganas de reír, de reírse de sí mismo y de su destino, de la vida y de su cruel manera de comportarse con un simple hombre que nada tenía. Sintió ganas de reír, y amargamente lo hizo, sin darse cuenta siquiera de lo que estaba haciendo.

Nyx no pudo creer lo que oía y levantó la vista. Se sentó sobre sus talones y miró al hombre que amaba, lo vio reír, pero no como él solía. No había chispa en sus ojos, ni alegría en su rostro. Su expresión daba, realmente, mucho miedo. Temió en ese instante que se estuviera volviendo loco, aquello no podía estar pasando. Esperaba cualquier reacción, podría con cualqueir cosa, pero no con aquello.

- Azcoy... - dijo Nyx limpiándose el rostro, sin dejar de sollozar, confusa y angustiada.

- ¿Sabes qué? - dijo el herrero mirándola de nuevo, con una extraña sonrisa, la sonrisa más triste que Nyx había visto en su vida - no puedo odiarte, Nyx. ¿Y sabes lo que es peor? - sus ojos relampaguearon ahora, con una expresión de desprecio que casi se podría tocar - que ni siquiera me consuela acabar con la vida de tu hermana, porque sé que eso te haría daño.

Nyx abrió los ojos tanto como pudo, ¿cómo podía seguir queriéndola después de todo? ¿cómo se extinguía la llama de Azcoy? Y la suya, ¿cuándo se extinguiría la suya?

- Pero no puedo mirarte sin imaginar cómo pudiste matar a Murah, de qué manera ella te suplicaría que no lo hicieras, cómo ignoraste el daño que esto me causaría y aún así siguieras adelante... - dejó de mirarla, verla le hacía daño en lo más profundo de su ser - sabes que hubiera anulado el casamiento con sólo habérmelo pedido, y sabes por qué... sabes que yo te amo, Nyx. Y, aunque me pese, siempre lo haré.

Nyx intentó acercarse a Azcoy, necesitaba sentir su abrazo, sentir que la perdonaba... todos sus planes de alejarse de él, de hacer que la odiara, de no verlo jamás, se fueron al traste y sólo pensaba en quedarse a su lado para siempre. Al infierno la conquista, sus hermanas, la corona, ¡todo! Al diablo con todo y con todos, huiría con él. Esa idea la hizo tomar fuerzas y anduvo hasta su amante, arrodillándose frente a él.

- Perdóname, amor, por favor te lo ruego... huyamos de aquí, Azcoy - le dijo suplicante - ahora, para siempre. No puedo engañarme más; te amo. Eso no va a cambiar, no puedo cambiarlo por más que lo he intentado. Ahora ni siquiera quiero cambiarlo, quiero que huyamos juntos, como siempre has querido.

Azcoy miró la pálida tez de Nyx, sus ojos almendrados y creyó lo que la joven le decía. En su interior siempre lo había sabido, Nyx lo amaba. A su manera, pero lo hacía. Lo que nunca imaginó, fue aquel final.

Acarició el perfecto óvalo de la cara que tenía delante, suave y delicado. Y sin ira, sin rastro siquiera de rencor alguno, dijo lentamente:

- Lo siento, amor mío. El viaje que me espera, lo voy a hacer solo. Y créeme... no volveré a Avernarium jamás. Ésta será la última vez que me veas.

2 comentarios:

^lunatika que entiende^ dijo...

Mencanta XD

Barbijaputa dijo...

Querida Lunatika;

Comprendo que te resulte interesante lo acontecido, pero ruega al cielo por tu vida, porque mandaré diez hombres a buscarte para darte muerte. Nadie osa decir que mis desgracias "le encantan".

Nyx I