4.6.09

La adivina Assurda


Había pasado tanto tiempo, que ya ni siquiera recordaba su verdadero nombre…cuando vivía en las rosadas tierras de Rossum no era aún conocida como Assurda.

Su niñez había transcurrido entre tules y flores, sin más preocupación por su parte que tratar de contener esos momentos (que tanto asustaban a su madre) en los que su cabeza dejaba de pertenecerle y campaba a sus anchas sin respetar la continuidad lineal del tiempo.


Cuando su mente “volaba”, como Assurda siempre lo había llamado, no existía para ella nada más que las imágenes proyectadas en su cabeza…imágenes del presente, del pasado que nadie quería contarle y del futuro que era incierto para todos.

Por desgracia para Assurda, sus “vuelos” no siempre eran reales, por lo que en numerosas ocasiones ya había causado el revuelo familiar al predecir bienes o desgracias que no se habían materializado todavía…y que asustaban aún más a su frágil madre, Reinslers.

Reinslers, en su lecho de muerte, siendo Assurda aún muy joven, le confesó que provenían de una larga estirpe de adivinas, las Decohone, que al ir mezclando su sangre con varones mortales, habían perdido fuerza en el arte adivinatorio…de hecho, su madre no poseía el don y lamentaba profundamente que dicho don (que tanta desgracia había traído a sus antepasadas) hubiese renacido en su única hija.

Al morir su madre, Assurda decidió abandonar Rossum para nunca más volver, dedicaría su vida al estudio de las artes adivinatorias, alejándose de los placeres terrenales y de la compañía de los hombres.

Desde entonces habían pasado muchos inviernos, Assurda ya no era joven, nunca fue bella, su aspecto era de lo más corriente, lo único que destacaba en ella era una espesa mata de cabello rojizo.

Vivía recluida en una casita en un recóndito claro del bosque más oscuro de Putomundo, una casita del color de las rosadas tierras de su añorada Rossum...


Níobe descabalgó junto a la cabaña del color de las rosas rosas. La luna en el cielo brillaba... escuchó en la noche. Le había parecido oír algún ruido en el camino que unía la laguna con la cabaña de la adivina...sentirse observada. Aguzó el oído.
No, no era nada.

Sacó el presente de un zurrón fijado a las riendas de desgarro. Una hermosa y perfecta esfera de cristal de roca de Sia. Cualquier Vidente daría las manos por poseer una.
Llamó a la puerta.

4 comentarios:

Crystal dijo...

Por cierto, que se me ha olvidado preguntar: qué pasa con este hilo argumental? Muy olvidado ha quedado. De hecho pensaba que me había saltado algún post, en vista de lo abrupto del fin...

Jezabel dijo...

Seguramente te gustaría saber qué pasó, querida.
Lo que ocurre dentro de la cabaña de una vidente jamás sale a la luz hasta que se cumple su hora.

Crystal dijo...

(Dammit...)

En otro orden de cosas, de dónde habéis sacado las imágenes esas tan chulas que representan vuestros personajes? La curiosidad me corroe.

Jezabel dijo...

Las Alimañiles, de aquí:

http://www.janesko.com

El resto, de la procelosa internés.