6.6.09

La Sala de Mapas


Nyx estaba sentada como siempre a la mesa de la inmensa cocina del castillo, frente a la misma ventana que le proporcionaba brisa fresca cada mañana. Comiendo una hogaza de pan caliente untada con confitura de arándanos. Myra la miraba sin embargo con preocupación.

- Mi da... Nyx- se corrigió Myra - ¿hay algo que te preocupa, cierto? - dijo dulcemente la anciana.


- Ehm..- Nyx la miró con el ceño fruncido.- Myra... Han sido unos días... raros... que mejor olvidar - y frunció el ceño mientras seguía comiendo.


En ese instante, Florea entró en la cocina y se puso junto a Nyx, esperando que ésta le prestara atención. Nyx la miró y Florea tomó esta mirada como que era su turno para expresarse, así que le explicó con señas que Níobe la esperaba y que la siguiera. Nyx no dijo nada, se levantó y la siguió.


Mientras iba tras Florea, contempló despreocupada los pasillos alfombrados y las balaustradas de madera de nogal que adornaban las escaleras y los pasillos, y hacían de parapeto. Cuando Florea cruzó el ala este y salió al patio, Nyx supo a dónde la conducía. En unos minutos, ya habían cruzado el castillo y se dirigían hacia la torre esquinera. Nyx tocó el hombro de Florea y le dijo que ya podía marcharse, que ella haría el poco trecho que restaba sola. Y así lo hizo.


La Sala de Mapas era uno de los lugares preferidos de Níobe. No excesivamente grande, cada centímetro de pared estaba tapizado de mapas y planos artesanales fabricados con mimo por los mejores artesanos de Avernarium.
El centro de la sala estaba presidido por una inmensa mesa de piedra negra, en cuya superficie se había tallado un mapa a escala del continente. Actualmente Níobe mantenía la mesa poblada de pequeñas figuritas de metal que representaban los ejércitos propios y enemigos. Pequeñas maquetas con minúsculas banderas lacadas ocupaban el sitio de ciudades; la presencia de nobles importantes estaba representada mediante diminutas tallas de sus escudos de armas.
Una lámpara sencilla, de hierro, poblada de velas, iluminaba la sala con un resplandor mortecino.

Níobe observaba la mesa, perdidos sus pensamientos. Tamborileaba con las uñas en la copa de vino, rítmicamente. Términi ocupaba sus sueños. Con semejante granero a sus disposición, se aseguraría el suministro de sus tropas durante toda la guerra. Sonrió. Una guerra que sería conocida por la Historia como la más ambiciosa conquista jamás iniciada.


La puerta de roble se abrió con un chirrido. Níobe no se giró.


- Buenas tardes, querida.


Nyx estaba en la puerta, observando a su hermana, mientras mordía un trozo de su hogaza.

- Hola - dijo con voz queda Nyx, que aún recordaba con rabia la artimaña de su hermana en las mazmorras, para que acabara con Murah.
- ¿Estás mejor? - Níobe sirvió otra copa de vino-. Sé que lo de esa campesina ha sido... desagradable, pero si se ha hecho es por necesidad. Pasa -la miró y enarcó una ceja-. ¡Tu pelo! ¿Has hecho que te vuelva a crecer? Jamás pensé que te vería utilizar la magia para semejante nadería...
- Precisamente, hermana. Ya sabes que los asuntos importantes los encaro por mí misma - dijo con malicia, reprochándole su uso continuado con la magia.

- Te ha venido bien -esbozó una sonrisa burlona-. Empezabas a tener arrugas en la boca -sonrió, lo más parecido a la jovialidad de lo que era capaz.

Obviamente era imposible que con un hechizo tan nimio la tara de la familia De Avernarium tuviera algún efecto, pero Níobe se sentía de suficiente buen humor como para improvisar esa pequeña broma sobre su hermana.

Nyx frunció los labios, intentando no sonreír.

-Observa -Níobe señaló la efigie de la Reina de Términi-. Esa encantadora arpía aportó a su matrimonio una dote muy interesante: un tercio del ejército de Términi. Seguramente se pondrían de su parte en una guerra civil. Además -otra pequeña figura- este caballero, el General Sigmund, comienza a estar muy viejo... y frecuenta demasiado la compañía de rameras y putas. Podría pasarle algo, y Términi perdería al estratega más capaz del que disponen.


Nyx miró la maqueta mientras masticaba el último bocado, lamentándose por no haber traído más. Luego miró a su hermana y preguntó:

- ¿Vas a mandar a alguien a que mate a Sigmund? - sonrió irónicamente - mientras ése fornica, veinte hombres guardan las puertas del burdel armados hasta los dientes. Estoy segura... - Nyx volvió la vista a la figurita que su hermana le había señalado y frunció el ceño. - A no ser... que lo matemos desde dentro...
- Exacto, querida. A las puertas hay una guardia. Dentro de la habitación sólo habrá una inofensiva meretriz- Níobe esbozó un gesto y señaló una mesa, en la cual un paño blanco tapaba algo aproximadamente redondo-. Mandé traer eso para ti.
- Y esa meretriz... - dijo yendo hacia la mesa, adivinando lo que había bajo el paño - ¿ya está comprada e instruida? ¿Se puede confiar en ella? ¿Quién es? - levantó el paño blanco suavemente y descubrió una pequeña cesta de pan aún templado. Miró a su hermana por el rabillo del ojo y sonrió.

- Pensaba que tu secretario podría encargase de encontrar a alguien apropiado. Seguro que es capaz de reconocer a la más óptima, y de conseguir que el General la escoja a ella -saboreó el vino lentamente-. Nos vendría bien que el General desapareciera antes de iniciar las hostilidades. Permitir que comiencen las peleas internas por el puesto de General Mayor... favorecer el desorden. Esas pequeñas ratas nobles conspirarán para poner bajo la banda de General Mayor a quienes más les convenga, y estarán tan preocupados por mejorar sus patéticas posiciones en la corte que no se percatarán de los peligros importantes. Cuando la corte de Términi esté en pleno revuelo, deberíamos ser capaces de desencadenar una guerra civil. Y cuando la guerra esté en su punto más sangriento, les pasaremos por encima como si fueran de cristal. Tal vez, si tenemos suerte, el rey intentará conseguir la ayuda de sus parientes, la familia real de Namarnaun. Podríamos... -sonrió-. Podríamos intentar matar varios pájaros de un tiro. Si los Reinos de Namarnaum y Ee se implican en esa guerra civil, estarían mucho menos capacitados para resistirnos cuando llegue el momento de pasarles por encima. Nyx miró a su hermana pensativa. Se paseó por la sala mirando los mapas de dichos países y se paró junto a Níobe.
- Eso es apuntar muy alto, hermana - dijo torciendo el gesto - yo me conformaría con que lo del general saliera bien, y entonces seguir ideando cómo llevar a cabo el resto... me parece una empresa imposible lograr esos dos pájaros con un sólo tiro... pero ojalá lleves razón.- y se llevó a la boca otro trozo de hogaza, tranquilamente. Luego añadió; Quiero deshacerme de Evahl una temporada. Después del incendio y la misteriosa desaparición de su.. oreja... -reprimió una sonrisa irónica- deberíamos hacerlo recapacitar ordenándole algo... lejos de aquí .

Níobe soltó una carcajada. El sentido del humor de Nyx podía ser muy perverso. Procuró centrarse, sin embargo:

- Apuntar muy alto... -repitió las palabras de su hermana- ¿No te parece apuntar muy alto ansiar los dominios de todo el Putomundo? -sonrió de nuevo-. Saldrá bien. Y si no... se le dará un empujoncito. Por lo pronto, necesitamos que Puñal se encargue de la meretriz. Que recapacite mientras es útil a la Corona. E... ir implantando el germen de la guerra civil nos vendría bien. Necesitamos un desencadenante.

- Confío en ti... y en tus empujoncitos- dijo con malicia. Nyx se desplomó sobre un sillón, siempre se sentaba de la misma forma, como si aún pudiera comportarse como una adolescente. Puso los pies en alto, apoyados en una pequeña banqueta forrada de terciopelo y suspiró.

-Nyx querida -dijo Níobe- supongo que el cadáver de la campesina esa seguirá pudriéndose en las mazmorras, ¿vas a hacer algo con él? A este paseo van a terminar apestando hasta las almenas.

Nyx se revolvió en el sillón, incómoda.

- Oh, por todos los dioses del Putocielo - dijo mirando al techo - ¿no podría, simplemente, desaparecer? Empieza a sobrepasarme este asunto. Diré a mi guardia que lo abandone en mitad del bosque de Hyek... que el pueblo crea que ha sido un bandido.

Nyx se quedó pensando un momento. Azcoy se enteraría por fin, quizás estuviera ya buscándola por el pueblo... Sintió una punzada de culpabilidad que la dejo abatida. "Pero así es mejor. Así, Azcoy será el que no quiera verme. Es perfecto" se dijo.

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