29.8.09

Tres Hermanas

13/Decimus/año MDXXXVIII después del Año de los Infortunios

Estación de las hojas caídas.

Una hora antes de la altura mayor del Sol.

Dos leguas al oeste de la aldea de Wer, Avernarium.





Adara cabalgó con su forma original hasta Avernarium. Había realizado rituales, en los que sacrificó a dos jóvenes campesinas, recuperando así los años que el uso de la magia la había hecho retroceder. Estaba contenta y deseosa de llegar a palacio para contar a sus hemanas que estaban a punto de conseguir el Reino de Vrila Y Edgar. "Pobre Vrila" pensó sonriendo. La conquista del Putomundo estaba a punto de empezar de verdad. Se preguntaba cómo irían los planes de Níobe de conquistar el reino de Shult. Confió plenamente en las estrategias de su hermana, no le cupo ninguna duda de que ése, sería el primer reino que conseguirían usurpar en su magistral plan. Con respecto a Nyx, no sabía muy bien qué pensar, desde que conociera a ese herrero, su hermana no daba una a derechas. Pronto se enteraría de cómo estaban las cosas. Apenas le quedaban unos kilómetros para llegar a casa, por fin.



Sin embargo, cuanto más se acercaba, más crecía en ella un negro presentimiento, una nube en su consciencia en forma de confuso presagio que la hacía sentir una extraña inseguridad. Meneó la cabeza para deshacerse de aquellos pensamientos y arreó con fuerza en el lomo de su caballo haciéndolo correr más deprisa.









Lugar; Palacio Real de Avernarium.

Parte del día; Mediodía.



Nyx estaba en sus habitaciones. El sol entraba a raudales por todos los ventanales de la estancia. Hacía un poco de calor, a pesar de estar ya en la estación de las hojas caídas, así que abrió un poco una de las ventanas más próximas a su cama. Una suave brisa se deslizó en la habitación, enrolándose en sus enaguas de seda para luego huír hasta el dosel de su cama. Nyx cerró los ojos y se dejó mecer por el sonido de las hojas secas que se resistían a caer de los álamos, empujadas por aquella brisa.



La Reina, ataviada tan sólo con sus enaguas, cogió de nuevo el pergamino que había sobre su escritorio y volvió a leerlo, recostándose sobre el mullido diván, junto al gran espejo.



Era una carta de Adara. No había lacre oficial ni sello real, pero la letra era sin duda la de su hermana. Obviamente, no había escrito la carta en ninguna mesa de caoba maciza, ni con ninguna pluma de pavo real, ni con exquisita tinta traída de más allá del Mar de Brumas, como la que utilizaban en palacio. Obviamente Adara había escrito aquella misiva en condiciones lamentables. Pero las noticias eran buenas, no obstante.

Adara venía de camino y, traía a sus espaldas el fin del Reino de Mutuing. Nyx sabía que tanto Mutuing como Shult, tenían los días contados como reinos independientes. En muy poco, pasarían a llamarse 'Avernarium' en todos los mapas de Putomundo.



Nyx dejó caer el pergamino al suelo y se observó en el espejo. El pelo castaño y ondulado le caía, brillante, tapándole el pecho. Su vientre pálido hacía un pequeño contraste con la piel de sus brazos y su cara, algo más tostados. Sonrió. Su hermana Níobe se moriría si se diera cuenta de que había dos tonalidades en su cuerpo, pero Nyx no pensaba renunciar a montar cada día en Hierro, aunque eso le costara acabar morena como una campesina.



Mientras se miraba en el espejo, pensó en Azcoy, en cómo solía acariciarla mientras la admiraba. En cómo ella se vestía apresurada tras acabar, para huír de su lado. En cómo el rostro de él se ensombrecía cada vez que ella le abandonaba y cómo se iluminaba cuando la veía volver. Acarició su tripa con la punta de los dedos, haciendo círculos alrededor del ombligo, como solía hacerlo él.



De repente, otras manos se cruzaron en sus pensamientos, otros besos y otros labios la asaltaron en su momento de paz. El recuerdo del Barón poseyéndola en las cuevas, hizo que dejara de contemplar su propia imagen en el espejo. "Maldito seas" pensó, con una mueca de rechazo. "He yacido junto a un hombre que pretende matarme -se levantó del diván y semidesnuda volvió a mirar por la ventana. Los jardines parecían dibujados, apacibles y bien cuidados.- Mañana a primera hora, tú y yo. Veremos quién acaba con quién". Se mordió el labio inferior mientras entornaba los ojos, fantaseando con la muerte del Barón.







Tres horas después de la altura máxima del Sol.

Despacho, aposentos de la Reina Níobe.




Edaris había firmado. La Reina examinó una vez más el documento, con sus trece claúsulas matrimoniales perfectamente redactadas. Había conseguido lo que deseaba en al menos diez; y otras dos eran lo suficientemente flexibles como para aprovecharse de ellas. Guardó la carta en su escritorio; abrió otro cajón y tomó un pequeño frasco.

Ahora tenía otra cosa en que pensar. El próximo invierno se casaría, y por poco que la atrajese la idea, tendría que pasar una temporada en Shult. Necesitaba alguna manera de comunicarse con sus hermanas, y los mensajeros eran demasiado lentos.

Se puso en pie y entró en el baño. En una esquina, bajo la ventana, había una bandeja redonda de plata, bastante grande y profunda, cubierta con un paño de seda. Retiró el lienzo, la luz del sol se reflejó en un espejo bañado en agua, dentro de la bandeja. En realidad no había uno, sino tres, uno debajo del otro; tres hermosos y redondos espejos con marcos labrados en acero, algo fuera de lo común.

Llevaban diez días ahí sumergidos, diez días inmersos en lágrimas. Si todo salía bien, cuando terminase el proceso los tres espejos serían un medio de comunicación entre las Reinas. Abrió el frasco que había cogido del escritorio y, con infinito cuidado, dejó caer tres gotas de un líquido negro en las lágrimas. De inmediato las lágrimas cambiaron de color a un azul tornasolado. Los espejos también reaccionaron: sus superficies oscilaron levemente, como si no fueran completamente sólidas.

Níobe sonrió, satisfecha. Extrajo del agua uno de los espejos: el agua resbaló de él como si fuera impermeable y quedó completamente seco. Estaban listos.

Acarició el metal casi con ternura. En Shult iba a echar mucho de menos a sus hermanas... Envolvió dos de los espejos en seda y llamó a Florea.

- Ve a buscar a Nyx. Tengo algo para ella.

8 comentarios:

C. Maltesse dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
C. Maltesse dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
C. Maltesse dijo...

"fantaseando con la muerte del Barón"... lo cierto es que me haría más ilusión que fantasearan conmigo para otros menesteres, pero en fin, si se ha de pelear no tendré compasión...
y por cierto: ¿te casas Nyx?...no recuerdas la cueva?, dudo que nadie encuentre, como lo hice yo, el secreto que abre la puerta de tu disfrute.

Barón Han Von Deck.

Barbijaputa dijo...

Querido Barón,

¿Dónde dice usted que me caso? Se ha liado un poco, la que se casa es mi hermana Níobe.

Le voy a hacer llegar una misiva a su buzón de hojalata a través de un guardia, para que sepa de las nuevas del castillo.

Atentamente;

Nyx I

^lunatika que entiende^ dijo...

XDD
No te cases Nyx!!!

Crystal dijo...

Llamadme torpe, pero no entiendo cómo la muerte de la reina vecina propicia la anexión a Avernarium. La política siempre se me muestra oscura y resbaladiza.

Lo de los espejos, por otro lado, me ha encantado. Tendrán visitantes indesados, ocultos entre las sombras?

Cuales serán los motivos ocultos del Barón en su vendetta?

Preguntas, tantas preguntas...

Jezabel dijo...

No te llamo torpe, dama Crystal. Las motivaciones de mi enrevesada hermana Adara son algo que se me escapa por completo. Su modo de tratar la política es por completo diferente del mío, como habrás podido comprobar.

Níobe.

Barbijaputa dijo...

Querida Crystal;

Nuestra hermana Adara apenas ha tenido tiempo de explicarnos qué planes entreteje su mente. Ya habrá tiempo después de la audencia con el barón, para que nos deje clara su postura y sus ardides.