3.8.09

Una de las tres reinas


Bajo las ramas del sauce, mecidas por el viento húmedo, se filtró la luz apagada de la mañana, despertando al Barón, que se revolvió inquieto al sentir el día naciente sobre su cuerpo maltrecho. Se incorporó sobre un codo y comprobó que la zíngara había partido pues faltaba su montura. Siempre igual, pensó, cuando la necesito nunca está y cuando la quiero lejos de mi vista la tengo encima como una gata en invierno. Desentumeciendo aún los músculos, escuchó el relinchar inquieto de un caballo proveniente de la espesura del bosque. Por lo menos espero que traiga el almuerzo, pensó el Barón, mientras observaba el cielo tormentoso. El trote del caballo se detuvo, pareció retroceder y luego avanzar, como si el jinete no dominara el terreno. El Barón se pasó la mano por la cabellera rebelde y tomó su espada.



En ese momento, apareció en el claro una joven a caballo. Una joven hermosa y altiva.



La reina Nyx, aturdida aún por su encuentro con aquella extraña mujer de rosados harapos, frenó a Hierro suavemente y a una distancia prudente, contempló al hombre que se había sobresaltado con su llegada. Portaba una espada que le sacó una irónica sonrisa.


- Guarda eso, o te pasaré por encima antes de que pestañees - dijo Nyx, buscando con la mirada entre las ricas pertenencias del hombre, algo que le revelara su procedencia.


- Os obedezco. No os alarméis - respondió el Barón, mientras envainaba la espada- Me parece que también guardaré en mi memoria esta hermosa aparición.


Nyx enarcó una ceja y miró al hombre fijamente.



- ¿Quién eres? - dijo tuteándole, como hacía con todo sus súbditos - ¿qué haces aquí y dónde está tu hogar?



Antes de contestar, Von Deck se acercó al caballo, le acarició las crines. Comprendió que se hallaba ante alguien con poder, acostumbrado a ejercer la autoridad, así que decidió mostrarse dócil y cauto y se adentró en la mirada profunda de la desconocida;


- Yo no tengo hogar... mirad: el bosque es mi cobijo, el cielo mi techumbre y el musgo mi lecho. Mi espada, mi fiel compañera. Vengo de más allá del Mar de las Brumas con un encargo que cumplir.


- ¿Y puede saberse cuál es ese encargo? - preguntó curiosa. Dejó que el hombre acariciara a Hierro, ante la proximidad se puso alerta, pero se lo permitió sólo para intentar sacarle la información. Tenía la absurda certeza de que encontraría alguna conexión con Azcoy tarde o temprano, si estaba pendiente.


- No está en mi naturaleza mentir- La mirada de ella era tan hermosa que por un momento se sintió indefenso- pero comprederéis que debo mostrarme reservado. Solo os diré que busco a una reina y que de ese encuentro puede derivar la libertad de un ser querido. Soy el Barón Han Von Deck y creo que no encontraría mayor sentido a mi vida que el de serviros con lealtad.


Nyx reflexionó mientras clavaba sus pupilas en los ojos del hombre. Era cierto que su acento sonaba a tierras lejanas, y obviamente no la había reconocido. Quiso saber más. No hizo caso a las florituras de su discurso, ni a los cumplidos que el hombre le dispensaba.


- Bueno, Avernarium está regido por tres reinas, ¿a cuál buscas y qué pretendes? Quizás pueda ayudarte... - E instintivamente tiró un poco de las riendas de Hierro.


De repente, el cielo tronó. La lluvia arreciaba y la luz violeta de los relámpagos cruzaba el cielo como breves latigazos. Los árboles empezaron a doblarse con furia, en una danza violenta de la que se desprendían ramas.


- Os imploro que desmontéis y nos refugiemos en esa oquedad que se abre en la roca.-gritó el barón- La tormenta arrecia como si el cielo quisiera desplomarse sobre la tierra...


- ¿Resguardarme con... vos? - dijo frunciendo el ceño y cambiando sin percatarse el trato. La lluvia empapaba sus cabellos a una velocidad pasmosa, miró al cielo asombrada por el repentino cambio de tiempo. La intriga que ese hombre había despertado en ella con unas pocas frases, hizo que lo siguiera a lomos de Hierro hasta donde él le había indicado. -Os sigo - dijo al fin, sin que se le pasaran inadvertidas las miradas de admiración que le dedicaba el extraño, pero obviándolas descaradamente.


Ataron a Hierro junto a la entrada de la cueva mientras la furia de la lluvia y el rugido de los truenos sacudían el bosque. La turbación que sentía Nyx por los hechos que se precitaban a su alrededor, desde la extraña mujer que encontró en el bosque, hasta el intrigante Barón que la buscaba a ella o a una de sus hermanas, pasando por el temporal que se acababa de levantar en un abrir y cerrar de ojos, la dejaron confusa y momentáneamente reflexiva. Se resguardó junto al hombre en la cueva, y lo miró escudriñando cada detalle de su cara y su indumentaria. Se sentía vulnerable sin un arma, sin estar montada sobre Hierro, tan próxima al extraño pero, por algún motivo, dejó de estar alerta. Su mirada era noble y sus gestos amables.


Al notar que ella le estudiaba, Von Deck apoyó su espalda contra la roca. Se giró y le sonrió. A pesar de la apariencia de fortaleza que la joven emanaba, por un instante creyó percibir un atisbo de debilidad, como si un remolino de emociones hiciera que su fachada de digno distanciamiento estuviera a punto de desmoronarse. Y se encontró de nuevo con su mirada, colmada de luz de relámpagos, de matices desconocidos, y al apartarle con suavidad el pelo mojado de su mejilla, le gustó su expresión de chica -en muchos sentidos- perdida, por eso le separó un poco la capa y al pasar el brazo por su cintura se sorprendió cuando ella se estrechó lentamente contra su cota de malla.


La joven reina se sintió extrañamente atraída por el lenguaje corporal del hombre, tan agradable y varonil a la vez. Quiso alejarse del sentimiento de desamparo que la extraña bruja de los harapos rosados le había infundido. Quería apartar de su mente por un instante a Azcoy, a Murah, y a lo que quiera que hubiera en su vientre el día que le quitó la vida. Quiso evadirse de todo y de todos, y al notar la calidez del cuerpo del Barón, lo consiguió. Antes de que éste tuviera tiempo a reaccionar, besó dulcemente sus labios y reprimió un suspiro en su pecho, cerrando los ojos. El Barón la apretó contra sí y acarició su espalda mojada hasta toparse con su corsé, el cual desató lentamente casi sin que ella se diera cuenta. La despojó del resto de su vestido con manos hábiles y Nyx quedó desnuda en mitad de la cueva, se separó de él un poco, cogió sus manos y las puso sobre sus pechos desnudos. Él, asombrado por la determinación de la mujer, los acarició como si tuviera miedo de hacerle daño, con toda la delicadeza que la pasión le permitía en ese instante. Nyx comenzó a desnudarlo sin dudar un momento que hacer el amor con aquel extraño, era lo único que su cuerpo y su mente necesitaban.


No dijeron ni una palabra, sólo hubo gemidos y jadeos que reverberaron en las paredes húmedas de la cueva.


Al Barón le costaba tanto dejar de abrazarla y besarla... pero la tormenta amainaba y ella se revolvía inquieta entre sus brazos una vez hubieron terminado. La notó con la mente en otras cosas una vez alcanzara el clímax, de nuevo se topó con la joven altiva y distante.


Nyx observó en silencio sus ropajes en el suelo, de un salto se levantó y se los enfundó, aún estaban mojados. El Barón la miraba confuso, no sabía exactamente si pretendía irse sin más o si sólo tendría frío. Ella no hablaba demasiado.


- Si vuestro deseo es marcharos debéis hacerlo cuanto antes, las sombras de la noche se ciernen sobre el bosque- le dijo Von Deck, mientras se cubría con su capa- pero antes me gustaría satisfacer una curiosidad...¡vuesto nombre!


Nyx se giró hacia él, como reparando de repente en su presencia y con una divertida expresión en su rostro le dijo;


- Os lo diré, si me decís a qué reina buscais y para qué - luego se acercó sonriéndole sugerentemente, quizás así consiguiera sonsacarle algo. Acercó su boca a la de él y lo besó antes de que pronunciara una palabra. Y odiaba besar tras practicar el sexo.


- No podría negaros nada...necesito encontrar, de las tres hermanas, a la reina Nyx - dijo Von Deck mirando los labios de ella- y os suplico que no me pregunteís para qué.


- ¿Cómo podría no hacerlo? - preguntó sin dejar ver que quizás no había sido tan buena idea yacer con alguien que había recorrido medio Putomundo en su busca... no presentía nada bueno. - ¿Qué mensaje era el que queríais entregarle?


- No hay tal mensaje- dijo el Barón embozándose.


"¿Cuántas veces he de besarte para que lo sueltes todo?" pensó Nyx.


- Oh vamos...- y se abrazó al cuello del Barón - no puedes dejarme así... dímelo.


El Barón la contempló en silencio. Le había hechizado con sus dulces besos. Eso debía ser. Porque si no, no entendió cómo pronunció las palabras que salieron de su boca:


- La busco - dijo Von Deck a la vez que se ajustaba su daga- para acabar con su vida.

9 comentarios:

^lunatika que entiende^ dijo...

Joder, qué fuerte..!
Y este por qué se la quiere cargar ahora? Creo que me he perdido un poco... :S
Que Nyx se haga lesbiana y se líe con la bruja!! jajajjaa

Es broma...

Jezabel dijo...

Dama QueEntiende, mi querida hermana parece tener un don para hacerse enemigos...

Níobe

Barbijaputa dijo...

Dama Lunatika, ha de tener paciencia. Aún no se ha dicho qué motivo hay para que este hombre quiera acabar con mi vida. Es incomprensible, ¿verdad? con lo agradable y buena persona que soy yo.

Saludos desde el castillo.

Nyx I de Avernarium.

Radagast dijo...

La tormenta crea curiosos compañeros de cama...

No quiero perderme el desenlace de este encuentro!!

C. Maltesse dijo...

"Dama QueEntiende, mi querida hermana Nyx parece tener un don para hacerse enemigos..."

y a juzgar por los acontecimientos tambien un don para despojarse de sus ropas en menos que canta un gallo...

Esta mal decirlo, pero me ha gustado el sabor de la tormenta.

Von Deck.

Barbijaputa dijo...

Muy "caballeroso" por su parte, querido Barón. Sepa usted que fingí el orgasmo.

Nyx.

Jezabel dijo...

>> a juzgar por los acontecimientos tambien un don para despojarse de sus ropas en menos que canta un gallo...

¡Qué osadía hablar así de mi augusta hermana! Ningún caballero digno de ese nombre emplearía esos términos para referirse a una dama, y voto a bríos que contendréis la lengua o la perderéis.

Níobe IV de Avernarium.

C. Maltesse dijo...

Oh Nyx, que crueldad revelarme eso...no lo creo del todo... pero si hemos de sincerarnos, he de confesar que al hacerlo... yo pensaba en otra dama

Von Deck

Crystal dijo...

Muerte, destrucción y pasión desenfrenada. Un cuadro completo del Putomundo, sin duda.

Qué nervios, a ver cómo sale de esta...