15.5.09

Viajando a Muitung

Adara partió del Castillo de Avernarium tras hablar con sus hermanas. Sabían que tendrían que mandar a Hugo hacia Muitung en unos días, los justos para que Adara se encontrara con él a dos días de camino de la corte del Rey Edgar. Ella iba tranquila, galopando sin preocupaciones y aún en su forma. Tendría ocasión de cambiarla más adelante, le gustaba sentir cómo el aire hacía volar sus cabellos y el sol intensificaba los discretos tonos rojizos que se escapaban de su melena castaña. No quería renunciar a esa sensación sabiendo que pasaría al menos dos o tres semanas en forma de hombre.

Mientras atravesaba los verdes campos de Avernarium iba recordando cómo conoció a Hugo. El Rey Edgar había mandado un mensaje con una paloma mensajera, había encontrado a la Reina Vrila en flagrante adulterio con un soldado llamado Hugo. El hombre era alto y muy apuesto, con el pelo oscuro y unas facciones muy cuadradas. Era uno de los guardias personales del Rey Edgar, así que tenía libertad para moverse por todo el castillo sin dar explicaciones a nadie; y aprovechó esa libertad para mancillar el honor del bueno de Edgar y acostarse con su Reina. Las amenazas fueron claras, ambos admitirían los cargos y morirían rápidamente y con el menor sufrimiento. Hugo fue muy astuto y aprovechó un ataque de nervios e ira de Vrila para ponerse unos calzones y una camisa y salir corriendo, para cuando quisieron comenzar la búsqueda ya había escapado del castillo.

Adara recibió la paloma con el pedido de Edgar, si encontraba a Hugo lo mantendría en las mazmorras de Avernarium hasta que decidiera, con la cabeza fría, cómo deshacerse de él. Aquello había sucedido un par de meses antes, y Adara había cumplido las instrucciones de Edgar confiando en que hallaría una buena recompensa. Pero ahora corría el rumor de que Edgar y Vrila estaban conjurando a los arcanos para que ella quedara en estado. Empezaba a encajar todo el puzzle, y Adara recordó que Hugo le confirmó sus sospechas, Vrila no quedaba encinta porque no quería; la astucia que demostró al trazar su plan maestro era grande, sin duda, pero no tanto como la ambición de las tres hermanas De Avernarium. No encontrarían una oportunidad mejor para llevar a cabo la primera conquista.

Las Tres Reinas enviaron a cien de sus hombres a peinar Avernarium, era necesario que se hicieran con Hugo antes que cualquier otro reino adyacente, puesto que en él estaba el futuro de la Casa de Muitung. Adara no quiso quedarse con sus dos hermanas, y salió a buscar al soldado. Le reconoció nada más verle. Era un hombre de una belleza muy superior a la de la mayoría de los Reyes del Putomundo. Sus manos firmes y su expresión dura dejaban entrever una punzada de miedo y nerviosismo. Adara se acercó a él para preguntarle si se había perdido y por qué llevaba ropas de muitungnés en Avernarium, y Hugo mintió bien. Le dijo que portaba un mensaje de Su Majestad Vrila de Muitung para Sus Majestades de Avernarium, y Adara le pidió que la acompañara al castillo y que permitiera que sus hombres les escoltaran. De no haber sido por la paloma de Edgar, Hugo se hubiera salido con la suya, hubiera entrado al servicio de la Casa De Avernarium y con ello hubiera alcanzado la inmunidad diplomática. Pero Adara estaba al tanto de su plan. Tras ofrecerle una comida digna de reyes y hacer que se bebiera él solo dos jarras del mejor vino blanco de las bodegas, vió sin pizca de asombro cómo el hombre caía inconsciente sobre la mesa. Ordenó que lo encerraran en las mazmorras y que tuvieran mucho cuidado con él, era un hombre astuto e inteligente.

Adara recordaba aquel día con total claridad. Poco antes de capturar a Hugo reparó en un caballero ricamente ataviado, cuya faz quedaba en penumbra debido a la gran capucha encarnada con que se tocaba. Su figura emanaba autoridad, y a la vez una distante cortesía. No le dió mayor importancia, dado que no conocía el apellido de aquel caballero. Lo que no podía alejar de su mente era la voz del hombre, de un tono grave y penetrante, ligeramente cantarina. Además recordaba con total claridad sus ojos, la forma en que la miraba no era normal. Había un velo que ocultaba la verdad sobre el dueño de aquellos ojos tristes. Pero su prioridad era dar caza a Hugo, y no podía detenerse por más curiosidad que despertara en ella un simple viajero con ínfulas de grandeza.

Cuando Adara se dispuso a buscar una posada en la que pasar la noche, volvió a ver salir del establecimiento al mismo caballero que había despertado su curiosidad unas horas antes. Se sintió un poco extraña, puesto que tuvo la sensación de que aquel hombre buscaba algo de ella. Sin embargo, Adara no tenía tiempo de andarse con tonterías, así que se sentó a descansar en una tasca, con una jarra de cerveza aguada. Así esperó un rato, hasta perder de vista al hombre, tenía que estar segura de que nadie la seguía cuando llevara a cabo la transformación.

La noche empezó a caer, la Reina se alejó un poco del poblado, y una vez hubo comprobado que estaba sola, tomó las pociones de transformación. Acudió a una posada que había seleccionado durante su visita al pueblo y se hospedó en ella. Usó el nombre del jefe de su guardia personal, que se correspondía perfectamente con su aspecto de hombre atlético y diestro con las armas, y se fue a dormir. Por delante tenía un largo camino y un reino que conquistar. Detrás quedaban sus hermanas cuidando de que en Avernarium no sucediera nada desagradable.

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