12.1.10

Represalias

"Sobrevivir ya es una victoria."
Capitán Gael.








25/Eneamus/año MDXXXVIII después del año de los Infortunios
Noche cerrada, día siguiente a la boda de Níobe IV de Avernarium con Edaris de Shult
Estación de la Nieve
Antesala de los Aposentos de Níobe IV.





Aposentos de la Reina Níobe.
- ¿En qué diablos estabas pensando, imbécil? ¿Cómo has osado? ¡Es el Rey Consorte de Avernarium, maldito idiota!
Le abofeteó con fuerza. Cualquier otra mujer hubiera estado furiosa, pero la reina de Hielo no. Su enfado era sutil, calmo, aunque no por ello menos peligroso.
- No te toleraré ninguna salida de tono con él. Ninguna. Tu estúpida bravuconería de hombre le costará a Edaris un par de meses con el hombro inútil. Le has dejado la punta de tu espada dentro, y los cirujanos dicen que intentar sacarla podría dejarle lisiado de por vida. Debería hacerte colgar por esto.
Gael mantuvo el tipo, firme. Escuchar de boca de su reina el daño que le había causado a ese desgraciado era gratificante.
- Irás a disculparte, Gael. Y serás servil. Servil. Suplicarás que perdone tu lamentable comportamiento y aceptarás cualquier castigo que te imponga.
- Como ordenéis, mi señora.
- Una de las razones por las que me he casado con Edaris de Shult son sus habilidades marciales -se acercó a Gael, levantó el rostro y tiró del cuello de su jubón hacia juntar su rostro con el de ella-. Si estropeas mis planes, te arrepentirás. Sabes cómo soy. Sabes como son mis castigos. No se te ocurra pensar que voy a mostrar una pizca de piedad contigo por ser el Capitán de mi Guardia, porque no será así. Yo no tengo piedad.
- Lo sé, mi señora.
- Y por supuesto, te mereces un castigo por mi parte. Me pregunto qué podría dolerte más. ¿Qué tal si las próximas treinta noches te encargas tú de la vigilancia de mi dormitorio? -dijo, mordaz e incisiva-. Procuraré que me oigas bien. Porque es por eso por lo que le has herido, ¿no es así?
- Mi señora...
- A pesar de tu brillantez en determinadas habilidades -la Reina dio un tono equívoco a la palabra- eres un sujeto zafio, irascible y tan fácil de leer como mi convaleciente esposo.
- Puede ser, mi señora.
- Lo es.
Tras decir esto, terminante, se volvió hacia su escritorio y depositó su delicado cuerpo en la cómoda butaca que había tras él. Se inclinó sobre la superficie del mueble y juntó las manos enfrente suyo, entrelazando los dedos. Gael era un soldado veterano, pero la mirada de ella le hizo estremecer de miedo.
- Necesito al Conde de Shult en perfecto estado, Gael. Es muy buen espadachín -enumeró Níobe-, un magnífico táctico y un estupendo comandante. Es más, es un estupendo comandante que comanda uno de las mejores ejércitos de caballería de élite e infantería pesada de todo el continente.
- Los soldados de Avernarium...
- Los soldados de Avernarium no son nada comparados con los shultes. Sí -asintió la Reina, cortando al soldado-, tenemos cinco veces más efectivos que ellos, y en poco tiempo podríamos formar levas de campesinos que aumentarían en mucho ese número. Pero un solo soldado de infantería shulte vale como tres o cuatro avernareses. Y ya no digamos de los caballeros... ¿Estoy siendo lo suficientemente clara, Gael? -la mirada era fulminante.
- Jamás osaría contradecir a mi Reina -contestó el Capitán.
- No, jamás osarías... Y por eso, antes de que te dé por pensar a ti sólo y sin mis órdenes, te prevengo. No quiero más estúpidos accesos de cólera motivados por esos patéticos y sensibleros celos -Níobe le señaló con el índice, como si le apuntara con una ballesta-. A pesar de lo que he dicho antes, esto no es Shult. Esto es Avernarium.
Ella le miró fijamente, hizo una pausa y terminó:
- Y en Avernarium, mis deseos son ley.

11 comentarios:

Gárgamel dijo...

Sois una blanda. :-)

Jezabel dijo...

Sir Gárgamel, tenéis razón. Creo que con la edad me voy ablandando. Debería... mmm... no sé, encargarme de un castigo un tanto más sangriento, pero por otra parte, arrancarle los dedos al capitán de mi guardia acabaría siendo un problema para mí. ¿Tenéis alguna sugerencia, noble señor?

Níobe IV.

Gárgamel dijo...

Pues si ya no le queréis como amante y dado que para luchar no le hacen falta los testículos...

De todas formas, agitando una bolsa de oro siempre se acerca un buen puñado de mercenarios, mi señora.

Jezabel dijo...

Pero si le castrara, querido señor, ya no sentiría el castigo de la ansiedad y el deseo no consumado.

Creo que le diré que si sigue siendo así de malo, os le dejaré a vos para que le apliquéis un correctivo. Procurad que no lo disfrute demasiado, se supone que es un castigo.

Gárgamel dijo...

Me desdigo, mi señora. Sois cruel más allá de lo indecible. :-p

(Aunque no sé si el castigo no se volvería en contra vuestra. Ya sabéis que se dice que quien lo prueba una vez repite...)

Jezabel dijo...

JAJAJAJAJAJAJAJAJJAA
OINKKKKKKKKKKKKK
ÑORFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFFF

¡Hazte un blog ya, por lo que más quieras!

Gárgamel dijo...

Pues sí. No tengo bastante trabajo leyendo los vuestros como para ponerme a escribir yo también...

Jezabel dijo...

Que se pierdan tus pedazo de pedradas mentales es un crimen criminal. Si algún día te decides, estaré acechando, digooo esperando.

Gárgamel dijo...

¿Pedradas las mías? Un simple aprendiz a su lado. Es usted mi ídola, que lo sepa.

Jezabel dijo...

Me voy a terminar sonrojando... :)

Anónimo dijo...

Mas por favor!

Morgana