5.4.10

Espejos trenzados

"¡Miraos, oh dioses inmortales! ¿Qué son vuestras vidas, sino espejos? Y como espejos reflejan; y como espejos se rompen. Y como espejos, los hombres se miran y ven sus ojos."
Traducción del poema épico tradicional "Nur Nwe ibenyamta", del poeta ciego Seid.


- Las ilusiones son relativamente sencillas -dijo Níobe-. Pero eso -señaló al lugar hacía unos instantes ocupado por la imagen ficticia de Nyx- demuestra lo que llevo años diciéndote: tienes un gran potencial esperando a ser explotado. Me alegra que hayas decidido aprovecharlo.
Se levantó. Junto al tocador de madera blanca, que casi olía aún a bosque, estaba uno de los tres espejos de plata con marco de acero que la propia Níobe había hechizado. Tres. Uno para cada hermana. Ahora sobraba el de Adara.
- Bien -Níobe apartó esos pensamientos de su mente-. Esto, como ya sabrás, es uno de los tres Espejos Trenzados que hice para nosotras. Cada espejo puede comunicarse con los otros dos, y sé que no te estoy contando nada nuevo. El nudo del asunto es el cómo.
Cogió el espejo y volvió junto a su hermana, sentándose frente a ella.
- Míralo.
Nyx lo hizo. Para unos ojos inexpertos, el espejo sólo era eso, un espejo. Pero ella llevaba la magia en la sangre; durante un instante creyó ver sólo oscuridad en la brillante superficie...
- Sí, exacto -dijo Níobe-. Debes aprender a ver eso, la conexión. Con el tiempo no necesitarás más que saber cómo mirar, pero para empezar, te enseñaré un par de trucos. La magia es sólo voluntad; la voluntad de doblegar el mundo a nuestros deseos. Pero mientras desarrollamos esa capacidad, podemos apoyarnos en palancas con las que doblar la realidad.
Le entregó el espejo. Nyx lo miró, sintiendo su peso físico y su peso real , esa extraña sensación de que algo tiraba de él...
- Pon una vela ante él, y fija la mirada en la llama. Mientras tus ojos estén distraídos mirando el fuego, tu mente verá la verdadera naturaleza del Espejo Trenzado.

Nyx hizo exactamente lo que su hermana decía. Sus ojos almendrados de tornaron para mirar la llama y sus dedos sujetaron con fuerza el marco de acero labrado con incrustaciones de esmeralda. Estaba preparada para hacer magia. Deseó con toda su alma que su madre pudiera verla desde el lugar donde estuviera, sabía que se sentiría muy orgullosa, al fin, de ella.
Por fin, tras el cristal, entrevió una oscuridad amorfa. Continuó concentrándose más, aún más... atravesando el túnel de sombras que comunicaba un espejo con otro... y allí ante ella, apareció lo que otro de los espejos veía: la habitación de su hermana. Pero no la de Níobe.
Los aposentos intactos de Adara.
Los muebles cubiertos con sábanas, como fantasmas de otros tiempos...
Nyx soltó la vela, que cayó al suelo y derramó la cera caliente sobre la alfombra.
Alzó los ojos llenos de lágrimas hacia su hermana. Níobe la contempló con una expresión de compasión reservada sólo a Nyx.
- ¡Maldito objeto del averno! - susurró para sí.
- La magia tiene un alto precio -dijo Níobe, acariciándole un mechón de cabello-. Verás lo que no quieres ver, conocerás lo que preferirías ignorar. La magia te dará las llaves del universo, pero pagarás cada triunfo -suspiró, inclinándose hacia ella y abrazándola.
- Era... el cuarto de...
Níobe asintió, apretando a Nyx más contra ella.
- Me llevaré el espejo de allí, mi princesa -hacía años que no la llamaba así, desde que eran niñas.
Nyx recordó como su hermana solía inclinarse ante ella y llamarla "mi princesa" cuando la encontraba llena de barro, o vestida de chico, o con las rodillas destrozadas y el vestido hecho jirones... mientras la Níobe niña siempre iba perfecta y pulcramente vestida, peinada y adornada. Su hermana parecía reservar su única vena de burla amable para ella para su princesa. Surgiendo repentinamente de los vahos de su memoria, una Níobe envuelta en raso hacía una perfecta reverencia a una Nyx recién llegada de cabalgar bajo un chaparrón; una Níobe de cabellos perfectamente ordenados y enjoyados se inclinaba ante una Nyx con el pelo lleno de margaritas y heno; una Níobe vestida con recatada elegancia sonreía con sorna a una Nyx con las uñas llenas del barro del bosque. Mi princesa.
- Me llevaré el espejo de allí. No sufras -susurró en su oído-. Podrás hurgar en los espejos siempre que quieras, y solo me verás a mi. Me llevaré el espejo de Ada... el tercer espejo a Shult. Así podrás verme siempre que quieras.
Nyx se apartó para mirarla, angustiada.
- Oh, cariño -Níobe le acarició el pelo-. No estaré mucho tiempo fuera. Sólo... tengo que aguantar el protocolo. Las fiestas en Shult, un par de ideas que tengo para empezar a dejarle claro a ese idiota quién lleva las riendas y volveré aquí antes de que te des cuenta. Escucha -sonrió con amabilidad-. Voy a dejarte algún grimorio. Así estarás entretenida. Y cuando vuelva, me dejarás maravillada con tus progresos.

Nyx sonrió más aliviada y para hacerle ver a su hermana que la visión a través del espejo trenzado no la había hecho vacilar con respecto a su ansiada unión con la magia, depositó un suave y dulce beso en la mejilla de su hermana... para desaparecer lentamente, justo antes de separar sus labios de la suave piel de Níobe. Ésta se llevó sus delicados dedos allí donde estuvo el beso y sonrió. Mi princesa.

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