3.10.09

Trasteando con poderes arcanos

"Cuando un alma implosiona, adecuado es dejarla sedimentar por sí misma"
Proverbio Shulte.


21/Decimus/año MDXXXVIII después del Año de los Infortunios

Bosque de Heyk, reino de Avernarium.

Estación de las hojas caídas


Nyx bajó suavemente de Hierro. El caballo la miró de reojo y relinchó suavemente, estaba acostumbrado a que su dueña bajara de un salto y le acariciara el hocico nada más posar sus pies en el suelo. La notó distante, y bajó su tozud hasta el hombro de la joven, para luego empujarla suavemente, llamando así su atención.

Nyx miraba el claro del bosque donde había hecho parar al animal y mecánicamente le acarició las crines casi rubias y brillantes al notar que él la reclamaba. Pero lo hizo sin entusiasmo, estaba centrada en algo que no era Hierro. Él lo sabía. Él podía notarlo. Arrastró hierba casi amarilla del suelo con sus cascos y relinchó de nuevo, sin hacer demasiado estruendo, pues sabía que Nyx no dudaría en recriminarle una actitud demasiado osada. Su dueña miraba el claro en el bosque, pensativa. El caballo resopló resignado antes de ponerse a merodear los alrededores en busca de algo interesante.

Nyx tenía una expresión seria, su ceño estaba levemente fruncido y sus labios algo apretados. Vestía uno de sus vestidos ajados por el uso, de terciopelo gris claro, con trenzado en el pecho. Uno de ésos que no precisaban dos doncellas para poder vestirlo. El pelo castaño y ondulado, estaba recogido con un trozo de lazo negro en una coleta alta, como cualqueir campesina.

Nyx se situó en el centro del claro del bosque. Miró al cielo y comprobó que ninguna nube lo poblaba, que era celeste como pocas veces en otoño.

Se miró las palmas de las manos durante largo rato y relajó su expresión. Relajó todo sus músculos y cerró los ojos. Sólo se oía el leve crujir de las hojas secas que quedaban aún agarradas a los árboles.

Nyx inspiró aire y lo soltó lentamente, para abrir de nuevo los ojos.

Contempló, con los ojos muy abiertos, cómo su mente trajo al claro una pequeña y esponjosa nube blanca, perezosa. Extendió su mano hacia ella y sonrió. La nube pareció obedecer a algún tipo de acuerdo primigenio entre ambas, y comenzó a dispensarle pequeñas gotas de agua de lluvia. Nyx bajó la mano, y las gotas quedaron suspendidas en el aire, todo su alrededor estaba colmado de pequeñas gotas de lluvia, paradas a mitad de camino entre el cielo y el suelo, esperando el instante exacto en el que explosionar en la arena.

Nyx se movió entre ellas, abrió la boca y bebió, gota por gota, al menos una decena de ellas. Apretándolas entre la lengua y el paladar, saboreando su sabor salvaje. Con los dedos apretó otras, sonriendo como una niña pequeña al hacerlo, su pelo se empapó con más y su vestido absorbió miles de ellas.

De repente paró y se giró hacia Hierro. El caballo la miraba, excesivamente quieto. Nyx ladeó la cabeza y le silbó suavemente. El caballo no se movió ni un ápice. Nyx sintió una punzada en el pecho.

- Oh, mierda! - susurró, elevando sus manos a la nube y lanzándola al infinito con un ademán firme. Las gotas que aún flotaban en el aire se estrellaron contra el suelo y Hierro relinchó.

Nyx corrió hacia el animal y le acarició el hocico.

- Notas algo en mí, ¿verdad, pequeño? - le dijo a Hierro, mientras los ojos azabache del semental se clavaban en las pupilas de la joven. - Algo me ha cambiado dentro, pero tú no debes temer... eres, junto a Níobe, el único que nunca sufrirá las consecuencias de este cambio.

Pero Hierro no supo hacerle entender que no temía por él, sino por ella.

3 comentarios:

Cattz dijo...

Las mascotas son adorables.

Barbijaputa dijo...

No te dan ganas de acariciar a Hierro, Lady Cattz?

^lunatika que entiende^ dijo...

Uy qué intriga... Me he perdido un poco o se avecina algo gordo...^^